Los Niños Indigo

Estamos viviendo cambios acelerados a todo nivel. El planeta está modificándose y estamos pasando de una dimensión a otra. Para ello, la naturaleza, en su perfecto orden divino, se ha encargado de enviarnos los apropiados emisarios del cambio: los niños que están llegando al planeta en estos momentos, los niños índigo. Como su nombre lo sugiere, no son niños azules sino que se les denomina así porque su aura, o campo energético, tiende a reflejarse dentro de los colores añiles, azules, manifestando la utilización de los centros energéticos superiores como por ejemplo, la intuición, la telepatía y la telekinesia.

Los niños índigo están siendo puentes entre la tercera y cuarta dimensión, y el verdadero cambio lo están activando en la familia, en el hogar. Estos niños, que ya tienen arraigado su cambio a nivel físico, mental y emocional, nos confrontan en su relación con todo aquello que no tenemos como adultos, solucionado en nuestro corazón, y actúan como maestros de lo que aún tenemos que resolver. De ahí que al resolverlo en “casa” lo proyectaremos a la sociedad para que ésta se transforme tomando como base la honestidad, el respeto, el amor y la cooperación. Por ello, a estos niños se les denominan “emisarios del cielo” o “depositarios de sabiduría”.

Los niños índigo tienen características muy definidas. Físicamente se observa que tienen ligeramente abultado el lóbulo frontal, son de ojos grandes, su contextura ósea es fina y generalmente son delgados. Sus cinco sentidos se encuentran altamente desarrollados, siendo sensibles en todo el espectro de sus sentidos: auditivamente pueden ser capaces de oír decibeles más agudos, conversaciones y ruidos a distancia. Visualmente pueden fácilmente ver los campos energéticos o auras de las plantas, animales y seres de otras dimensiones como pueden ser las hadas, los gnomos, los ángeles. Olfativamente son muy definidos en los olores que les gustan o no y los detectan desde la distancia. Táctilmente son hipersensibles. Les molestan los materiales sintéticos como por ejemplo el roce de las etiquetas, prefiriendo las ropas de textiles sin mezclas como son las prendas 100% de algodón.

Una característica muy común y notoria en estos niños es que tienen dificultad en manejar la autoridad, no aceptan las coerciones, las amenazas. Funcionan mucho mejor con participación altamente demócrata. No respetan las canas por sí mismas sino las ganadas por la consistencia entre lo que se dice y lo que se hace a través del ejemplo, de ahí que nos confrontan con nuestras inconsistencias como adultos. Tienen poca tolerancia a la inautenticidad y a la deshonestidad, por lo que no soportan la manipulación; de ahí que son retadores cuando los padres no son auténticos y respetuosos de su individualidad pues pueden percibir las manipulaciones de las otras personas debido a su sensibilidad extrasensorial.

Se aburren y fastidian fácilmente, teniendo períodos cortos de atención, pues absorben la información más multidimensionalmente que linealmente. Tienen exceso de energía, no pueden mantenerse quietos al menos que estén absortos en algo de su interés. Su aprendizaje es de forma exploratoria, resistiéndose a memorizar o a ser un simple oyente. Son participativos con voz y voto en todo lo que hacen. Les gusta ser autores, no seguidores y tienen la intención de romper viejos esquemas y dogmas basados en falacias y temores. Tienen la predisposición de hacer las cosas por sí mismos y solo aceptan ayuda exterior si se la presentan dentro de un marco de escogencia y, algo muy especial en ellos, es que presentan inherentes capacidades de sanación.

Científicamente ya estamos obteniendo confirmación del cambio que aportan estos niños, manifestándose en la activación de cuatro códigos más en el ADN. Lo “normal” en los humanos es que tengamos cuatro núcleos que, combinados en sets de tres, producen 64 patrones diferentes que son los llamados “códigos”. Los humanos tenemos 20 de esos códigos activados proporcionándonos toda la información genética, exceptuando tres códigos que permanecen desactivados. Hasta ahora, la ciencia siempre ha considerado los códigos desactivados como programas que no necesitamos utilizar, pero estos niños índigos están naciendo con un potencial de activación de cuatro códigos más que hasta ahora estaban dormidos. La activación de esos códigos ha demostrado como consecuencia un fortalecimiento del sistema inmunológico.

Pareciera que estamos ante la evidencia de una mutación, del nacimiento de una nueva raza humana que llegará a su pleno florecimiento en la nueva Edad de Oro de este nuevo milenio. Desde el punto de vista holístico se ha planteado que la mutación que estamos observando del ADN está asociada a una respuesta no solo física sino también emocional y mental, por lo que podríamos decir que hay tres partes que sustentan este fenómeno: 1) La mente que ve la unidad, que ve todo interconectado, que no ve nada separado. 2) Su sentir y su interacción se centra en el corazón, de ahí que no funcionen con la energía del temor sino con la del amor y 3) No funcionan con la polaridad, no juzgan ni fraccionan, tiene la disposición de salirse de la dualidad. De ahí que estos niños se comportan con un sentido de realeza y un alto sentido de propósito de que merecen estar aquí y se sorprenden cuando los demás no comparten ese sentir. Están conscientes de que su propósito es aumentar la rata vibratoria del planeta y activar una sociedad basada en la honestidad, cooperación y amor, de ahí que pueden tener inclinación a participar en actividades de adultos desde pequeños.

Permitámonos, padres y educadores, sintonizarnos con esta nueva energía e iniciemos nuestro cambio de una educación autoritaria e impositiva a una cooperación reflexiva junto con un respeto a su individualidad. Permitamos que estos niños índigos nos muestren el camino para pasar a una nueva dimensión aunque para nosotros esto requiera de mucho esfuerzo, paciencia y amor.

Fuente: esteticaysalud.com.ve