El vínculo entre la alimentación y las emociones

Como ya lo ha demostrado varios estudios, hay una relación entre nuestras emociones y la alimentación. ¿Cuántos no han dicho que a veces terminan pensando con el estómago? En esta ocasión, Gabriela Gotau, de Directo al paladar, nos explica un poco sobre este particular vínculo.

Emociones > Dieta

Como parte de los 7 pecados capitales, a veces tendemos a comer más por placer que por hambre, es por ello que es normal ir al refrigerador cuando estamos aburridos, estresados o cansados. El dormir poco también está relacionado con la obesidad, pues la falta de sueño genera estrés y nuestro organismo incrementa el número de hormonas que elevan nuestros deseos de comer.

Sucede lo mismo con la ansiedad o tenemos problemas emocionales, sin embargo sí hay alimentos que ayudan a calmar la ansiedad debido a que contienen triptófano, el cual es un aminoácido que libera serotonina y hace que nos relajemos a la vez que no vuelve felices. Un ejemplo de estos alimentos es el ya conocido chocolate, el plátanos, las nueces o el yogurt.

Si bien es un tanto inevitable comer cuando nos atacan estas emociones, así como cuando estamos relajados y queremos disfrutar de un momento placentero, debemos tener cierto control sobre lo que comemos y en qué cantidad: un exceso de comida no es bueno además que puede afectar nuestra salud. Está comprobado que cuando comemos para calmar nuestras emociones tendemos a elegir alimentos grasos, causando un exceso de grasas en nuestra dieta. Se dice que esto puede deberse a que nuestros antepasados pasaban mucho tiempo sin comer y en actividad constante, lo cual es una situación estresante para cualquier persona pero que hizo que sus cuerpos se adaptaran genéticaemente para que, al momento de tener comida, eligieran los nutrientes más concentrados en energía como lo pueden ser las grasas. Es decir, las grasas se asocian a la disminución del estrés en nuestro cerebro, pero no por ello debemos consumirlas en altas cantidades.

Pero no necesariamente las emociones hacen que comamos de más, sino que también pueden hacer lo contrario. Es por ello que cuando estamos muy tristes o nerviosos, nuestra alimentación se ve afectada debido a que no comemos como deberíamos o la comida nos cae mal, provocando una mala digestión dando como consecuencia un síndrome de intestino irritable.

Como elemento positivo en esta relación, se puede dar el caso de que escojamos nuestras comidas favoritas debido a un vínculo emocional. Por ejemplo, a Gabriela Gotau le gustan las pastas debido a que las asocia a su abuelo y al vínculo emocional que tenía con él. Por lo que una persona puede preferir o rechazar ciertas comidas de acuerdo a momentos gratos o recuerdos desagradables.

Dieta > Emociones

Viendo el otro lado de la moneda, la dieta que seguimos puede influir en nuestro estado de ánimo. Una dieta saludable nos ayuda a sentirnos bien debido a que en el intestino existen terminales nerviosas que envían información al cerebro. Si el cuerpo se siente bien, nosotros nos sentimos bien y podemos controlar mucho más fácilmente nuestras emociones. Llevar una dieta con fibra soluble, probióticos y agua es un cariño que le haríamos a nuestro aparto digestivo y a nuestro intestino, nuestro segundo cerebro.

Una mala alimentación, en cambio, puede producirnos depresión. Llevar una dieta pobre en antioxidantes, rica en grasas trans y escasa en micronutrientes pueden producirnos una estado emocional alterado. Las grasas trans pueden descontrolar, adicionalmente, nuestro reloj biológico, impidiéndonos conciliar el sueño, lo cual genera estrés y malestar emocional.

Así como nuestras emociones pueden afectar de cierta manera nuestra dieta, lo que comemos también producir mejoras o estragos en nuestro estado emocional, por lo que debe de existir un equilibrio entre ambos lados.

Emociones = Dieta

Para que un lado no supere al otro, es decir, no nos dejemos llevar más por nuestras emociones y el comer se ajuste más a la verdadera necesidad de comer, el hambre, debemos comprender que la comida no puede solucionar nuestros problemas: si bien nos brinda placer, nos desestresa, o nos hace felices, ella solo calma la ansiedad de forma temporal y no nos otorga una verdadera solución o respuesta a nuestro problema.

Si estamos angustiados, en vez de buscar comida, deberíamos realizar alguna actividad que no implique el ingerir alimentos, tales como escuchar música, caminar, hablar con un amigo, entre otras. Pues, si nos dejamos manipular por cada emoción y buscamos comida para calmarnos, terminaremos con un exceso de grasa que puede desencadenar obesidad a largo plazo. En cambio, si reprimimos nuestro deseo de comer algo dulce de vez en cuando, alteraríamos el equilibro entre las emociones y la comida: cuando comamos un pastel no lo podremos disfrutar debido a que su ingesta hará que nos sintamos culpables de haberlo hecho.

En resumen, debemos controlar la alimentación causada por nuestras emociones y, a la vez, permitirnos de vez en cuando un pequeño placer alimenticio. De esta manera podemos controlar nuestras emociones y alimentación sin caer en excesos o en culpas, pero debemos tener cuidado de no caer en un círculo vicioso que pueda perjudicar nuestro organismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *